Lee Cronin ha convertido una impresora 3D en un set de química universal que puede crear sus propias prescripciones vía química descargable.
Cronin es el líder de un equipo de clase mundial compuesto de 45 investigadores en la Universidad de Glasgow, dedicado principalmente a crear moléculas complejas.
Las “tintas” son reactivos simples, a partir de los cuales se forman moléculas complejas.
Cronin señal que, casi todas las drogas están hechas de carbono, hidrógeno y oxígeno, así como agentes disponibles naturalmente tales como aceites vegetales y parafina. “Con una impresora de este tipo podrías, con un número relativamente pequeño de tintas, crear cualquier molécula compleja”.
Sin embargo, la belleza real del prototipo de Cronin es que permite a la impresora no sólo controlar las secuencias y la calibración exacta de las tintas, sino también darle forma, a partir de un modelo, al ambiente en que esas reacciones se ejecutan. La escala y arquitectura del “laboratorio” en miniatura puede ser pre-programado a través de software y puede descargarse para utilizarse conjuntamente con un grupo estándar de tintas. De esta manera, no sólo las combinaciones de raectores sino también la velocidad a la cual se combinan podrían ser configuradas en el sistema, al cambiar el tamaño de las cámaras de reacción y su relación de una con la otra.
Cronin llama a esto “reactionware” o, debido a que depende de una secuencia conceptualizada de flujo y reorientación en 3D, “Cubo Rubik de Química”.
El siguiente paso, también demostrado con éxito, y donde se hacen más interesantes las cosas, es la posibilidad de “imprimir” catalizadores en las paredes del reactionware. Mucho más adelante, él visualiza reactores del ambiente más complejos, lo que permitiría hacer química en “presencia de células de hígado enfermas con cáncer, o un nuevo supervirus identificado”, con todas las implicaciones que esto tendría para la investigación en drogas.
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