¿Puede la tecnología resolver nuestros grandes problemas? Jason Pontin
En 1969, el histórico paso de Buzz Aldrin sobre la Luna provocó el salto de la Humanidad hacia la era de la posibilidad tecnológica. Utilizaríamos el increíble poder de la tecnología para resolver todos los grandes problemas. Avanzando rápidamente hasta el presente, ¿qué ha ocurrido? ¿Son las aplicaciones telefónicas todo lo que tenemos que mostrar? El periodista Jason Pontin analiza detalladamente los desafíos a los que tenemos que enfrentarnos para utilizar la tecnología de manera efectiva… para los problemas que realmente importan.
Jason Pontin es el editor en jefe MIT Technology Review.
Solíamos resolver grandes problemas. El 21 de julio de 1969, Buzz Aldrin saltó fuera del módulo lunar del Apolo 11 y descendió sobre el Mar de la Tranquilidad. Armstrong y Aldrin estaban solos, pero su presencia en la gris superficie lunar fue la culminación de un proceso colectivo convulso.
El programa Apolo fue la mayor movilización en tiempos de paz en la historia de EE.UU. Para llegar a la Luna, la NASA gastó unos 180 mil millones de dólares de hoy día, o el 4% del presupuesto federal. El Apolo dio trabajo a unas 400.000 personas y pidió la colaboración de 20.000 empresas, universidades y agencias del gobierno. Murieron personas, incluyendo la tripulación del Apolo 1. Pero antes de que el programa Apolo finalizase, 24 hombres viajaron a la Luna. Doce caminaron sobre su superficie, de los cuales Aldrin tras la muerte de Armstrong el pasado año, es ahora el más anciano.
Así que, ¿por qué fueron? No trajeron mucho de vuelta: 381 kilos de viejas rocas, y algo que los 24 enfatizarían después, un nuevo sentido de la pequeñez y la fragilidad de nuestro hogar común. ¿Por qué fueron? La respuesta cínica es que fueron porque el presidente Kennedy quería demostrar a los soviéticos, que esta nación tenía mejores cohetes. Pero las propias palabras de Kennedy en la Universidad de Rice en 1962 nos dan una idea mejor.
(Video) John F. Kennedy: Algunos preguntan, ¿por qué la Luna? ¿Por qué convertirla en nuestro objetivo? Y también podrían preguntar, ¿por qué escalar la montaña más alta? Hace 35 años, ¿por qué volar sobre el Atlántico? ¿Por qué juega Rice contra Texas? Elegimos ir a la Luna. Elegimos ir a la Luna. (Aplausos) Elegimos ir a la Luna en esta década, y hacer otras cosas, no porque sean sencillas, sino porque son difíciles.
Jason Pontin: Para los contemporáneos, el Apolo no era solo una victoria del Oeste sobre el Este en la Guerra Fría. En la época, la emoción más fuerte fue la de maravillarse ante la trascendencia de los poderes de la tecnología. Fueron porque era algo grandioso poder hacerlo. El aterrizaje en la Luna ocurrió en un contexto de una larga lista de triunfos tecnológicos. La primera mitad del siglo XX produjo la línea de ensamblaje y el avión, la penicilina y la vacuna para la tuberculosis. En la mitad del siglo, se erradicó la poliomielitis y se eliminó la viruela. La tecnología parecía poseer lo que Alvin Toffler en 1970 llamó “fuerza acelerativa”. Durante la mayor parte de la historia de la humanidad, no podíamos ir más rápido que un caballo, o un barco con vela, pero en 1969, la tripulación del Apolo 10 voló a 40.000 km / hora.
Desde 1970, ningún ser humano ha vuelto a la Luna. Nadie ha viajado más rápido que la tripulación del Apolo 10, y el alegre optimismo sobre el poder de la tecnología se ha evaporado al ver que problemas que imaginamos que la tecnología resolvería como ir a Marte, crear una energía limpia, curar el cáncer, o alimentar a la población mundial parecen haber resultado intratables.
Recuerdo ver el despegue del Apolo 17. Tenía 5 años, y mi madre me dijo que no mirase al tubo de escape llameante del cohete Saturno V. Sabía vagamente que esta sería la última misión lunar, pero estaba completamente seguro de que yo llegaría a ver las colonias en Marte.
Así que eso de “Algo le ocurrió a nuestra capacidad para resolver problemas con la tecnología” se ha convertido en un lugar común. Lo oímos todo el tiempo. Lo hemos oído durante los dos últimos días aquí, en TED. Parece como si los tecnólogos nos hubiesen distraído y se hubiesen enriquecido con juguetes triviales, cosas como iPhones, aplicaciones y redes sociales, o algoritmos que aceleran la venta automatizada. No hay nada malo en la mayoría de estas cosas. Han ampliado y enriquecido nuestras vidas. Pero no solucionan los grandes problemas de la humanidad.
¿Qué ocurrió? Hay una explicación parroquial en Silicon Valley, que confiesa que se han creado empresas menos ambiciosas que aquéllas de los años en que se financiaban Intel, Microsoft, Apple y Genetech. Silicon Valley dice que los mercados son los culpables, en concreto, los incentivos que los capitalistas de riesgo ofrecen a los empresarios. Silicon Valley dice que la inversión de riesgo provocó que se cambiase la creación de ideas transformacionales por la financiación de problemas incrementales o incluso falsos problemas. Pero no creo que esta explicación sea suficientemente buena. Explica mayormente lo que va mal en SIlicon Valley. Incluso cuando los capitalistas de riesgo estaban en su punto álgido sin preocuparse por el riesgo, preferían pequeñas inversiones, inversiones minúsculas de las que pudiesen salir en 10 años. Los C.R. siempre han tenido problemas para invertir con beneficio en tecnologías como energía, que necesitan un capital enorme y cuyo desarrollo es a largo plazo. Tampoco han invertido nunca en el desarrollo de tecnologías destinadas a resolver grandes problemas porque no tienen un valor comercial inmediato. No, las razones por las que no podemos resolver los grandes problemas son más complicadas y profundas.
A veces, elegimos no solucionar los grandes problemas. Podríamos ir a Marte si quisiéramos. La NASA incluso ha diseñado un plan. Pero ir a Marte requeriría una decisión política que fuese popular, y eso nunca ocurrirá. No iremos a Marte porque todo el mundo piensa que hay cosas más importantes que hacer en la Tierra.
A veces, no podemos solucionar los grandes problemas porque los sistemas políticos fallan. Hoy, menos del 2 % del consumo mundial de energía procede de fuentes de energía renovables como la solar, la eólica y el biocarburante. Menos del 2 %, y la razón es completamente económica. El carbón y el gas natural son más baratos que la energía solar y eólica, y el petróleo es más barato que el biocarburante. Queremos fuentes de energía alternativas que puedan competir en precio. No existen. Ahora, los tecnólogos, los empresarios y los economistas están de acuerdo sobre qué políticas y tratados internacionales incentivarían el desarrollo de una energía alternativa: mayormente, un aumento significativo en la investigación y desarrollo de energía, y algún tipo de control del precio del carbón. Pero no existe esperanza en el clima político actual de que veremos una política energética de EE.UU o tratados internacionales que reflejen ese consenso.
A veces, los grandes problemas que parecían tecnológicos, resultan no serlo. Sabemos desde hace tiempo que las hambrunas son resultado del fracaso en el reparto de alimentos. Pero 30 años de investigación nos han enseñado que las hambrunas son crisis políticas que afectan catastróficamente la distribución de comida. La tecnología puede mejorar cosas como las cosechas o los sistemas para el almacenaje y reparto de alimentos, pero habrá hambrunas mientras existan malos gobiernos.
Por último, los grandes problemas a veces eluden una solución porque no entendemos el problema realmente. El presidente Nixon le declaró la guerra al cáncer en 1971, pero pronto descubrimos que hay muchos tipos de cáncer, algunos terriblemente resistentes al tratamiento, y solo en los últimos 10 años parecen haberse encontrado tratamientos efectivos y viables. Los problemas difíciles son difíciles.
No es cierto que no podamos resolver los problemas con tecnología. Podemos y debemos, pero estos cuatro elementos han de estar presentes: Los líderes políticos y la población deben querer solucionar el problema; las instituciones deben apoyar la solución; debe tratarse realmente de un problema tecnológico; y debemos comprenderlo.
La misión Apolo, que se ha convertido en algo así como una metáfora para la capacidad de la tecnología para resolver grandes problemas, cumple con esos criterios. Pero es un modelo irreproducible en el futuro. No estamos en 1961. No hay una competencia galvanizante como en la Guerra Fría, no hay un político como John Kennedy que heroíce lo difícil y lo peligroso, y no hay una mitología popular de ciencia ficción como la de explorar el sistema solar. En general, ir a la Luna resultó ser sencillo. Estaba a solo tres días. Y realmente, ni siquiera estaba solucionando ningún problema.
Estamos solos en nuestro presente, y las soluciones del futuro serán más difíciles de conseguir. Dios sabe que no nos faltan los retos.
Muchas gracias.
Traducido al español por: Laura Diaz
Revisado por: Lidia Cámara de la Fuente
Tomado íntegro de Ted Ideas que vale la pena difundir.
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