Las nuevas formas de la guerra tienen el objetivo de siempre: superioridad de unos sobre otros.
Los juegos de la guerra como factor de adelanto científico.

A lo largo de la historia humana, todo adelanto tecnológico se ha utilizado también como ventaja en la guerra. La dureza de los metales, la domesticación de animales, los ingenios tecnológicos de todo tipo han sido factor determinante al momento de inclinar la balanza en el campo de batalla. Nuestra época no es la excepción en ese sentido y los Estados Unidos de Norte América tampoco lo son en relación a los imperios precedentes. Los Estados Unidos aplican de manera intensa los conocimientos más recientes en ciencia y tecnología para la obtención de ventajas y asegurarse el predominio en todo tipo de guerras a sabiendas que no es una batalla como tal la que está en juego sino la permanencia y predominio de intereses creados y sólo en un lejano segundo lugar tipos determinados de pensamiento y visiones del mundo. La Agencia de Investigación de Proyectos Avanzados de Defensa (Darpa) es la encargada del desarrollo de nuevas tecnologías para uso militar.

La punta de lanza de esta reciente forma de guerra lo constituyó Flame y Stuxnet. La decisión de los Estados Unidos y de Israel de desarrollar e implementar el gusano de computación Stuxnet en contra de las instalaciones nucleares de Irán en la última etapa de George Bush marcó un punto de quiebre importante y peligroso en la gradual militarización de la internet.

Con esta acción, la guerra moderna cambia de manera fundamental ya que nos adentramos en territorio desconocido y peligroso. Stuxnet, efectivamente, inició una nueva forma de carrera armamentista que conducirá a la propagación de ofensivas similares y más poderosas en la internet. Por demás está mencionar que este tipo de ciberarmas se desarrolla sin ningún tipo de regulación posible.

Este es uno de los puntos de mayor preocupación en la carrera armamentista sin control del ciberespacio. Los desarrolladores de virus, por lo general, pierden el control de sus invenciones al liberarlas, y su objetivo no son sólo redes dentro del conflicto sino cualquier red susceptible de ser atacada. Es probable que países con alguna capacidad ciberofensiva se vean tentados a usarla ahora que el primer disparo ha sido efectuado.

El virus Flame circuló en internet casi durante cuatro años y evadió la detección de antivirus potentes. Se cree que el virus infectó a más de 600 sistemas de cómputo en Irán, Siria, Líbano, Egipto, Sudán, Arabia Saudita y Palestina antes de recibir una orden de “suicidio” por parte de sus creadores.

Sin embargo, cuando se habla de guerra cibernética, es el Plan X del Pentágono el que se lleva las palmas. A través de este programa, Darpa busca la manera no sólo de defenderse sino de tener capacidad de ataque. Y esta vez no se habla de aviones o tanques, sino de aumentar su capacidad de detener ataques cibernéticos e implementar ciberguerras sobre otras naciones del planeta. “Si lo logran, podrán dominar el campo de batalla digital de la misma manera que dominan el campo tradicional de guerra”, opinó Herbert S. Lin, experto en ciberseguridad.

Según el documento dado a conocer por Darpa, Plan X “creará tecnologías revolucionarias para la comprensión, planeación y administración de guerras cibernéticas en tiempo real, a gran escala y ambientes dinámicos de redes… realizará investigación novedosa sobre la naturaleza de las guerras cibernéticas y apoyará el desarrollo fundamental de estrategias y tácticas requeridas para dominar el campo de batalla cibernético. Plan X desarrollará una serie de herramientas futurísticas para el uso del Pentágono. Darpa está especialmente interesado en el desarrollo de sistemas operativos y plataformas seguros para utilizarse en ‘ambientes de redes hostiles'”.

Hasta el momento hemos visto la parte del cerebro computacional y redes requeridas para que todo esfuerzo de guerra moderno funcione sin riesgos mayúsculos. Sin embargo, el campo directo de operaciones está también modificándose.

Los drones, vehículos aéreos no tripulados, han sido utilizados en especial para el espionaje, reconocimiento de terreno y ataques a puntos específicos (Afganistán y Pakistán). Su pequeño tamaño los hace ideales para el espionaje de lugares inhóspitos así como operaciones en la ciudad. La mayoría de fuerzas de los Estados Unidos están ya siendo capacitadas como operadores de drones, una especie de geeks sentados enfrente del monitor ocasionando daño real y destrucción dirigida en el lugar seleccionado. Los operadores están fuera de todo riesgo, lo que convierte a los drones en un arma altamente efectiva de ataque.

El desarrollo de robots está también en auge. Robots para esto y para aquello. Entre los de más reciente desarrollo están los robots de carga, como la “mula de carga” LS3, igualmente desarrollada por Darpa. El objetivo de este robot con cuatro patas es quitar gran parte del peso que llevan los militares en combate, siguiéndoles de manera autónoma a través de todo tipo de terreno, con capacidad de interpretar comandos verbales y visuales.

Otra faceta de la robótica, pero más ceñida al cuerpo humano, son los exoesqueletos. Con los exoesqueletos no se busca únicamente la fuerza bruta, se quiere algo más allá. La Universidad de Harvard trabaja ya en un traje tipo Iron Man. El traje, que se espera incluya sensores y su propia fuente de energía, será diseñado para retrasar la fatiga, permitiendo a los soldados caminar más en el campo de batalla, al tiempo que protege el cuerpo y lo fortalece para cargas más pesadas. El traje está diseñado para ser ligero, eficiente y sin restricciones, de acuerdo a los creadores. Será fabricado con dispositivos usables y suaves que estarán conectados a sensores elásticos para medir y vigilar la biomecánica del cuerpo.

El talón de Aquiles de todo dispositivo móvil, incluyendo robots, drones, etc, es la fuente de energía. De reciente creación es el programa M3 Actuation, que busca un 2000% de incremento en la eficiencia de suministro de energía a robots. Un robot que consume su energía en 30 minutos es útil de manera muy limitada y eso imposibilita su utilización directa en el campo de batalla. Eso limita la participación de robots de manera más activa en misiones de combate cualquiera sea su función.

El M3 Actuation es realizado por el programa robótico “Maximum Mobility and Manipulation” (M3) dentro de DARPA mismo, y su objetivo preciso es proporcionar mayor energía a toda la gama de desarrollos que se realizan.

Un proyecto distinto a los mencionados es el CT2WS, un dispositivo que unifica ondas cerebrales, sensores y algoritmos para ayudar al cerebro a evaluar un estímulo. El CT2WS está construido bajo el concepto que los seres humanos somos eficientes para detectar lo poco usual. Aunque una persona puede no ser conciente de un movimiento o aparición inesperada, el cerebro sí da cuenta del mismo y dispara una onda cerebral P-3000 que se cree está involucrada en la evaluación del estímulo. A los usuarios de este dispositivo se les muestra un promedio de 10 imágenes por segundo. A pesar de esta rápida secuencia, las señales cerebrales le indican a la computadora qué imágenes son importantes y se procede a una revisión adicional de esas imágenes. Este dispositivo se utilizará para maximizar la conciencia del medio ambiente circundante en los combatientes y sirve para la detección de posibles amenazas.

Darpa también ha iniciado “Living Foundries” (Fundición de Vida), programa que busca la aplicación de técnicas de manufactura a células vivas. El total asegurado para la investigación hasta el momento es de 15.5 millones de dólares y entre las instituciones elegidas para su desarrollo se encuentran la Universidad de Texas, Cal Tech, y J. Craig Venter Institute.

“Living Foundries” sistematizará la ingeniería genética para “producción bajo demanda” de cualquier bioproducto que se requiera de manera inmediata en aplicaciones militares, dando inicio a una especie de biblioteca de “partes genéticas modulares”. Darpa desea que se tengan listos “partes, reguladores, dispositivos y circuitos” que puedan ser utilizados con toda confianza en varios y distintos sistemas genéticos. Un paso posterior es contar también con “plataformas de prueba” para evaluar con prontitud los biomateriales nuevos y “reducir el tiempo de diseño y elaboración de biomateriales al menos en 10 veces su tiempo y costo”, al tiempo que “se aumenta la complejidad de los sistemas que pueden diseñarse y llevarse a la práctica”.

Varios proyectos más, entre los que se incluyen estudios de invisibilidad y una especie de transhumanismo militar que busca mejorar vista, oído, rendimiento y resistencia a enfermedades, harían aún más largo este artículo.

La superioridad militar no es algo escrito en piedra. La guerra depende más y más de la infraestructura computacional, del avance permanente de la ciencia y la tecnología. Seremos testigos de una larga competencia en el terreno científico y tecnológico, no necesariamente militar. Este es un camino al que no se le ve final y nadie garantiza a largo plazo el resultado. Afortunadamente, los seres humanos hablamos no sólo el lenguaje de la guerra.