El siguiente es un fragmento del libro Abundance: Why the Future Will Be Much Better Than You Think (Free Press, 2012), de Peter H. Diamandis y Steven Kotler. Traducción: Julio C. Palencia

Una mirada rápida a los encabezados de cualquier diario nos indicará el estado en que nos encontramos: días sombríos se avecinan. Con las preocupaciones crecientes sobre el tamaño de la población, las quiebras económicas, la escasez energética, escasez de alimento y agua  -y la lista sigue y sigue-  los alarmistas tienen su día de campo. Por primera vez en mucho tiempo, los padres predicen un futuro más duro para sus hijos que el que ellos mismos tuvieron.

Pero nada podría estar más lejos de la verdad. Estamos hoy entrando a un período de transformaciones radicales. El progreso en inteligencia artificial, robótica, computación infinita, redes de banda ancha de gran alcance, manufactura digital, nano-materiales, biología sintética y muchos otros avances tecnológicos, nos permitirán mejores resultados en las siguientes dos décadas que el realizado por la humanidad en los 200 años anteriores. Pronto tendremos la posibilidad de cubrir y aun sobrepasar las necesidades básicas de cada hombre, cada mujer y cada niño en el planeta. La abundancia para todos está a nuestro alcance.

Si esta aseveración suena como bazofia, hay buenas razones neurológicas para esta reacción. Antes de colocar nuestra atención en hacia donde nos dirigimos, abordemos primero el por qué es tan difícil creer que podemos lograrlo.

Cada segundo nuestros sentidos se ven inundados de información, más de la que podemos procesar. Para manejar esta sobrecarga, el cerebro continuamente ordena y clasifica, en un intento de separar la información crítica de la no relevante. Debido a que nada es más crítico para el cerebro que la sobrevivencia, el primer filtro que debe ser superado es la amígdala, una porción del lóbulo temporal en forma de almendra responsable de las emociones primarias, tales como el enojo, el odio y el miedo. La amígdala es también nuestro sistema primario de advertencia, un órgano en alerta constantemente vigilando nuestro medio ambiente en busca de cualquier amenaza a la sobrevivencia. Ansiosa en condiciones normales, una vez estimulada la amígdala se vuelve hipervigilante. Esta respuesta es de tal manera potente, que una vez habilitada es muy difícil de apagar. Y ese es un problema en el mundo actual.

Nuestros días están saturados por la información. Cientos de factores externos compiten por una porción de nuestra amígdala. El viejo periódico indica “Si sangra, vende” ya que la amígdala está siempre en busca de algo de lo cual temer. Nuestro sistema de advertencia temprano evolucionó en una era de inmediatez, cuando las amenazas eran del tipo “el tigre está en algún arbusto”. Las cosas han cambiado. La mayoría de nuestras amenazas actuales con probabilísticas  -ataques terroristas, la economía podría irse a pique-   y la amígdala no conoce la diferencia. Incluso, el sistema de advertencia está diseñado de manera tal que no se apaga sino hasta que la amenaza desaparece completamente, pero los peligros probabilísticos nunca se van del todo. Incluyamos además las noticias diarias imposibles de evitar que de manera permanente nos asustan en un intento de lograr nuestra atención y su tajada del mercado; tenemos un cerebro convencido que vivimos en un estado de sitio permanente.

¿De qué manera luce realmente el mundo? Resulta que no es la pesadilla que la mayoría sospechamos que es. La violencia es baja comparada con otros tiempos, y la libertad individual se encuentra en un punto histórico. Durante el siglo pasado, la mortalidad infantil se redujo en un 90%, mientras que el promedio de vida humana se incrementó en un 100%. Los alimentos son más baratos y en mayor cantidad que nunca antes (los comestibles cuestan 13 veces menos que en 1870). La pobreza se redujo más en los últimos 50 años que en los previos 500. En realidad, ajustado con la inflación, el ingreso se ha triplicado en los últimos 50 años. Incluso los estadounidenses que viven bajo el nivel de pobreza tienen acceso al teléfono, sanitario, televisión, agua, aire acondicionado y un automóvil. Si nos vamos 150 años hacia atrás, ni los barones del hampa más adinerados podrían soñar con tal abundancia y riqueza.

Pero estos cambios no están restringidos al mundo desarrollado. En Africa, un guerrero Masai hoy tiene mejor comunicación con su celular que el presidente de Estados Unidos hace 25 años; si el guerrero cuenta con un smartphone y Google, tiene acceso a más información que el presidente hace sólo 15 años, con una gran cantidad de opciones: vídeos, estéreo, cámara, video-cámara, mensajes de voz, GPS, equipo de videoconferencia, una amplia biblioteca, películas, juegos, música. Hace sólo 20 años estos mismos servicios hubieran costado más de 1 millón de dólares.

Fuerzas poderosas están apenas emergiendo, cada una con un potencial enorme de cambiar el mundo, y ninguna más importante que el crecimiento acelerado del progreso tecnológico. En este preciso momento todas las tecnologías de información experimentan curvas de crecimiento exponencial. Es debido a esto que una super computadora de 8 millones de dólares de hace sólo dos décadas la tenemos en nuestro bolsillo hoy y cuesta menos de 200.

Este mismo promedio de cambio se muestra en las redes, sensores, computación en nube, impresión 3-D, genética, inteligencia artificial, robótica, y docenas más de industrias. La biotecnología ha tenido un crecimiento tan grande que un laboratorio completo habría costado millones de dólares hace sólo 10 años, y ahora tiene un costo menor a los 10,000.

Nuestra segunda fuerza es la innovación de Hágalo-usted-mismo (DIY por sus siglas en inglés). Una revolución DIY ha estado creciendo durante los últimos 50 años, pero sólo ahora ha empezado a tomar mucha fuerza. Las personas inquietas están dejando a un lado los automóviles personalizados y computadoras modificadas en casa y se están moviendo hacia campos una vez considerados esotéricos, tales como la neurociencia, biología, genética y robótica. Al día de hoy, estos motivados seguidores del Hágalo-usted-mismo pueden lograr lo que una vez se consideró atributo de las grandes corporaciones y gobiernos. Los gigantes de la aviación pensaron que era imposible, pero Burt Rutan voló al espacio. Craig Venter igualó (algunos opinan que los sobrepasó) al poderoso gobierno de los Estados Unidos en la carrera de la secuencia del genoma humano. En este mismo momento, estudiantes de bachillerato y preparatoria utilizan herramientas de biología sintética para finalizar proyectos del mundo real que rivalicen con grandes empresas bio-farmacéuticas.

Con 440 patentes en su haber y una Medalla Nacional en Tecnología, Dean Kamen es uno de los más grandes DIY en la historia. Últimamente su atención se ha centrado en la escasez de agua, el cual había sido considerado, aún recientemente, un despilfarro. “Cuando hablas con los expertos acerca del agua”, dice, “te dirán que con 4mil millones de personas con menos de dos dólares al día no hay modelo económico viable y que no hay forma de financiar los costos de desarrollo. Sin embargo, los 25 países más pobres utilizan ya un 20% de su producto interno bruto en agua. 4mil millones de personas gastando 30 centavos por día significaría un mercado de 1.2 mil millones de dólares al día. Esto sería 400 mil millones por año. Y no creo que muchas empresas en el mundo tengan este tipo de ingresos”.  Kamen se encuentra en pruebas con su Slingshot, un purificador de agua que convierte cualquier cosa húmeda (agua contaminada, agua de mar, incluso agua de letrina) en el agua más pura sobre la tierra a una velocidad de mil litros por día, por menos de dos centavos de dólar por litro.

Nuestra siguiente fuerza es dinero -mucho dinero- utilizado de una manera específica. La revolución en la alta tecnología, revolución high-tech, creó un nuevo tipo de tecno-filántropos muy adinerados que usan sus fortunas para solucionar retos globales, retos relacionados con la abundancia. Bill Gates está concentrado en eliminar la malaria, Naveen Jain es un cruzado en contra de la pobreza en India, Pierre y Pam Omidyar están trabajando en llevar electricidad al mundo en desarrollo. La lista simplemente sigue y sigue, una fuerza sin similitud alguna en la historia humana.

Últimamente, los más pobres de los pobres, el grupo llamado “Mil millones de abajo” se está finalmente conectando a la economía global y quieren pronto convertirse en el grupo “Mil millones en desarrollo”. La creación de una red global de transporte fue el paso inicial en este camino, pero es la combinación de la internet, las microfinanzas y la comunicación inalámbrica que ha sido realmente transformadora. En la siguiente década, y por primera vez en la historia, 3 mil millones de voces se unirán a la conversación global. ¿Cuáles son los deseos de estas personas? ¿Qué crearán? Si no existe alguna otra razón que la ley de los grandes números y su potencia, esto coloca al grupo de los “Mil millones en desarrollo” en la misma categoría de crecimiento exponencial que la tecnología, los partidarios del Hágalo-usted-mismo y los tecno-filántropos: una fuerza potente para la abundancia.

Cada una de estas fuerzas tiene un potencial enorme por separado. Pero actuando juntas, amplifican exponencialmente su potencial de crecimiento, están innovaciones toman lo una vez inimaginable y lo convierten en algo posible. Y si la abundancia para todos llega: imagina lo que sigue.

El sitio del libro lo encuentras aquí.