El mundo como zona de tiro al blanco o el reinado de los drones

Sobre la manera en que los drones han facilitado a los estadounidenses el eliminar a una persona en particular en cualquier lugar del planeta.

Reaper drone (crédito: USAF)

Reaper drone (crédito: USAF)

Los vehículos aéreos no tripulados –el “drone”, el mayor emblema del armamento norteamericano de alta tecnología– inició como un juguete, fusión de un modelo de avión y un motor de podadora de pasto. Aunque su propósito original eran los tanques soviéticos en las primeras escaramuzas de la Tercera Guerra Mundial, se ha convertido en la tecnología preferente para el asesinado de objetivos específicos en la guerra global de terror. Su uso ha generado un gran debate –primeramente dentro de las partes más secretas del gobierno de los Estados Unidos, pero en meses recientes ha involucrado al público en general– sobre la táctica, la estrategia y la moral no sólo de los drones de guerra sino del moderno armamento de guerra en general.

Pero antes de que este debate pueda avanzar –antes de que el congreso y otras áreas del gobierno puedan llegar a estándares con sentido y preguntas pertinentes– deben hacerse distinciones, puntualizar los mitos, separar hechos reales de los meramente de distracción.

Un poco de historia resulta pertinente. El drone tal y como lo conocemos hoy es surge del genio de John Stuart Foster Jr., físico nuclear y director del Laboratorio Nacional Lawrence Livermore y –en 1971, cuando se le ocurrió la idea– director de investigación de defensa e ingeniería, el jefe científico del Pentágono. Foster fue por largo tiempo aficionado a los modelos de avión y se dio cuenta que su pasatiempo podría convertirse en un nuevo tipo de arma. Su idea: crear un avión no tripulado a control remoto, con una cámara en su parte baja y volar sobre objetivos enemigos para tomar fotos, y de ser posible, cargados con bombas para destruir esos mismos objetivos.

Dos años después, DARPA construyó dos prototipos basados en el concepto de Foster, llamados Praeire y Calere, con un peso de 75 libras (más o menos 34 kilos) y motor modificado de podadora de pasto, cada vehículo pudo permanecer en el aire hasta dos horas con una carga de 28 libras.

El Pentágono diseño muchos prototipos, la mayoría de ellos nunca fueron más salieron del escritorio de diseño. La idea de Foster se convirtió en un arma real ya que concordó con la nueva doctrina de defensa. A mediados de los 70, la Unión Soviética saturaba de fuerzas convencionales la frontera este y oeste de Alemania. Una década antes, la política de Estados Unidos era detener una posible invasión de Europa Occidental con el uso de armas nucleares. Pero para ese entonces, la Unión Soviética ya tenía su propio arsenal nuclear. Si Estados Unidos atacaba, ellos podrían responder. DARPA comisionó un estudio para identificar nuevas tecnologías que podrían darle al gobierno de Estados Unidos “una amplia variedad de opciones” en el caso de una invasión soviética, incluyendo las “alternativas de destrucción nuclear”.

Algo verdaderamente cercano a la visión de Foster se materializó finalmente a mediados de los 90, durante la guerra aérea de la OTAN en los Balcanes, con un vehículo aéreo no tripulado (UAV) llamado Predator. Este vehículo podía volar por 24 horas a una altitud de hasta 25,000 pies, llevando una carga de 450 libras. En su primera versión, se incorporó vídeo y equipo de comunicación. Las imágenes digitales tomadas por la cámara eran direccionadas hacia un satélite y luego transmitidas a la estación terrestre a miles de kilómetros de distancia, donde los operadores controlaban la ruta del drone con una palanca o joystick mientras observaban en un monitor la acción en tiempo real.

En febrero del 2011, el Pentágono y la CIA realizaron las primeras pruebas de una versión modificada del Predator, que llevaba no sólo cámara sino también un misil Hellfire guiado por láser. La declaración de la fuerza aérea para este UAV indica que sería ideal para atacar objetivos “fugaces y perecederos”. Unos años antes, esta frase hubiera significado la destrucción de tanques en un campo de batalla. En la nueva fase de la guerra de Estados Unidos, significa cazar y eliminar personas.

“El surgimiento de los drones no es un caso de descontrolado de tecnología. Es el resultado de una decisión humana: de cálculo político y, bastante frecuente, de evasión estratégica”, indicó Fred Kaplan.

“A juzgar por su extenso uso en los últimos cinco años, el principal peligro que conllevan los drones es que hacen la guerra demasiado fácil –tan fácil que los comandantes, incluyendo el comandante en jefe, podrían pensar que no están para nada en una guerra”.

“Los drones nos hacen parecer dioses. No hay ninguna necesidad de enviar tropas; incluso sus pilotos se sientan en una base militar a medio mundo de distancia. En el período de dos décadas entre las guerras de Iraq y Afganistán, cerca de 7,000 soldados estadounidenses han caído y más de 16,000 han sufrido algún percance, por lo que la guerra a distancia tiene un atractivo que es comprensible –no sólo para los comandantes militares y políticos, sino para todo los estadounidenses”.

Para el otoño del 2009, hacia el final de la primera presidencia de Barack Obama, la fuerza aérea entrenaba más pilotos de drones utilizando joystick que pilotos de aviones reales. Este fue el inicio de una nueva era, no sólo para la fuerza aérea sino también para la forma en que los estadounidenses desarrollan la guerra.

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